Buenas noches, y buena suerte

Antes de nada, comentar que este blogg no se hace con ninguna motivación más que la de intentar que gente que curiosee o circule por estas redes, se encuentre con comentarios, cartas, reivindicaciones y un pequeño etc de gente "anónima"; ciudadanos que en su minoría se interesan por la verdadera política (la cual, defino como la acción mental mediante la divulgación y parlamentación de ideas y la búsqueda sin fin de las nunca empíricas soluciones de los problemas que dentro de la "sociedad" nos concierne).

lunes, 27 de diciembre de 2010

Fronteras...

Casi 400 inmigrantes permanecen, después de siete dias,
a bordo de un viejo buque en las costas cercanas a Mauritania. 
Ningún país quiere hacerse cargo de ellos.
9-II-2007

Fueron localizados hace nueve días y nadie sabe exactamente cuánto tiempo hace que zarparon, puede que más de dos meses. Son 372, hacinados en este viejo buque, que esperan el desenlace de unas negociaciones que resumen la verdad de nuestro tiempo: el mundo sólo es global para la tecnología y el dinero. Nadie los quiere acoger. Se había dicho que Mauritania los había aceptado, pero no. Siguen a 14 millas de la costa, las olas son de seis metros, muchos de ellos están enfermos... Este carguero es un póster de nuestro mundo. La tecnología y el dinero circulan sin obstáculs; los hombres, no. Para los hombres el mundo no es global, es nacionalista radical.

-V-

Cada día hay más distancia entre los que saben mucho y los que saben poco, entre los que lo pueden todo y los que no pueden nada. Cada día son más los que obedecen ciegamente a unos pocos y es más profundo el vacío entre esos seres innombrables que ostentan el poder sin límite sobre nuestras vidas y la sociedad invertebrada que se mueve abajo como un ganado lanar. No obstante, existen unas reglas precisas para que la gente obedezca sin rebelarse, creyéndose libre. Ante todo hay que tener al público contento y culpabilizado, sin darle tiempo a pensar. En cualquier caso, será necesario agitarlo con un látigo para que baile y se divierta ante una hipotética catástrofe que se avecina. Se le azotará alegremente con espectáculos de masas, con la basura de la televisión, con un sexo imposible al alcance de la mano, con ídolos del deporte, que sobre los vertederos industriales de las ciudades erigirán unos cuerpos desnudos en las vallas publicitarias como productos deseados, pero en medio del sonido que desprende una fiesta semejante se deberá oír una voz potente que anuncie medidas dolorosas, necesarias e inevitables para salir de la crisis sin que se nos permita dejar de bailar. La voz repetirá una y otra vez que todo ha sucedido por nuestra culpa. Queríamos tener dos casas, un coche de gran cilindrada, ir de vacaciones de verano a Cancún o a esquiar a los Alpes, y no cesamos de consumir sin freno, de exigir trabajar menos y cobrar más. Protegidos por el vocabulario críptico de la alta tecnología, por el jeroglífico indescifrable de las leyes religiosas del mercado, el sistema hará que te sientas un menor de edad, ignorante y cómodo en medio de la mediocridad general, te hará correr agónicamente hacia el pesebre repleto de alfalfa y cuando te tenga del todo en sus manos te enseñará a balar. Pero recientemente ha surgido un nuevo Prometeo que ha vuelto a robar el fuego del Olimpo. El héroe mitológico se ha encarnado en Julian Assange, el creador de Wikileaks, al que han encadenado para dejarlo a merced de las alimañas. Ha sido el primero, pero pronto tendrá una legión de seguidores dispuestos a apropiarse de la alta tecnología informática, como del fuego sagrado, y entonces serán los corderos los que desafíen y suplanten a los dioses. O quizás esto útimo no esté completamente contaminado por el deseo de "justicia".

Desprotegidos del frío

Hace algunos días, mientras escuchaba atentamente el relato de cuatro personas sin hogar que duermen debajo de un puente de Valladolid, no he podido evitar sentir vergüenza y rabia a partes iguales.
Cumpliendo estrictamente con la legalidad, tres agentes de la Policía Municipal llegaron acompañados de un camión de limpieza a dicho puente. A continuación, ante la sorpresa de los cuatro, comenzaron a llevarse lo único que poseía esta gente: una mesa, cuatro colchones y varias mantas.
Ante el ruego de estos por conservar aquello que les protege de la gélida noche vallisoletana, solo recibieron como respuesta que no podían demostrar que nada de eso fuera suyo y que, al estar todo en la calle, iban a llevárselo.
¿Legal? Seguramente lo es, pero, de verdad ¿es moral dedicar tiempo y dinero público a dejar sin lo poco que tienen a cuatro jóvenes sin hogar? Que cada cual decida, pero al menos que no lo haga el desconocimiento.